jueves, 19 de marzo de 2015

Spinning, Top Water invernal. ¿Merece la pena?

Volviendo la mirada un mes atrás, a principios de febrero, disponía de dos mañanas para salir de pesca. La previsión era buena, el sol luciría todo el día y haría poco viento, el ambiente primaveral invitaba a practicar spinning ligero. La imaginación voló, soñando con jornadas idílicas con el mar calmo y pescando a top water, pero había un problema... ¡era invierno! El termómetro oscilaría entre los 2-3ºC al amanecer hasta los 10-12ºC en las horas centrales del día. El agua estaría fría y los peces aletargados, en esta época podría ser complicado conseguir algún ataque en superficie.


Tras valorar los pros y los contras, las ganas que tenía de ver estallar la superficie del agua ganaban terreno frente a los inconvenientes y un más que probable bolo a top water. Pero si algo tenemos los pescadores es ilusión y paciencia. Aunque no consiguiera la ansiada captura, ¿quien me iba a quitar el placer de pasar un par de mañanas apacibles disfrutando de tranquilidad y naturaleza? Así que, antes de darme cuenta ya estaba preparando el equipo de spinning ligero, con vadeador incluido.

Finalmente decidí elegir una ubicación con aguas someras, la poca profundidad y el agua un poco más caliente que en otras zonas de más calado, podrían facilitar, que algún depredador decidiera acercarse a romper la tranquilidad de la delgada linea que separa los dos mundos y en la que tanto nos gusta pescar.

Llegó el gran día y la alarma sonó a las 5:30 am. Tras 1 hora de camino llegué al pesquero al amanecer y con el coche marcando 2ºC en el exterior. Tocaba la peor parte, abandonar la comodidad del coche para enfundarse el vadeador y meterse en las frías aguas.


Una vez preparado me adentré en el agua hasta aproximadamente 1 metro de profundidad, separado unos 70 o 80 metros de la costa. Empecé a pescar lanzando en todas direcciones una y otra vez, cambiando de artificiales, repasando buena parte de la caja de señuelos top water, pero ningún pez se mostró interesado en ellos.


De vez en cuando hacía algún descanso mientras observaba el bonito paraje y disfrutaba del silencio y el sonido del mar, pero no podía evitar repetirme, ¿quien te manda estar un frío día de febrero metido en el agua hasta la cintura y con el frío calándote a cada minuto que pasa?

Fueron pasando las horas y eran ya más de 5 las que llevaba pescando. Eran las 12 del medio día y la temperatura había subido, ya no tenía tanto frío, aunque empezaba a estar cansado. Llegó un momento de monotonía en el que pescaba casi sin mirar el artificial y me dedicaba a mirar el paisaje y descubrir cangrejos y otros animales que andaban por el fondo, cuando de repente algo captó mi atención.


Escuché un pequeño chapoteo muy cerca de mi, que me hizo dirigir rápidamente la mirada hacia el señuelo, al que le quedaban escasos 5 o 6 metros para finalizar el lance. En ese momento advertí un pequeño remolino de agua tras el Gunfish 95 que tenía puesto en ese momento, aunque no había ningún pez, pues el agua estaba cristalina y se apreciaba perfectamente. Seguí recogiendo y de repente una buena lubina atacó justo detrás del señuelo, haciendo estallar el agua y ¡fallando el ataque! ¡No puede ser! En ese momento pensé que había perdido la única picada del día.


Por suerte, un instante después la lubina no se rindió y tras mantenerme con el corazón en un puño, atacó por tercera vez al Gunfish, esta vez embocándolo perfectamente con una violenta picada que pude ver en primera fila, a escasos 5 metros de mi. El agua estalló y el animal emprendió una feroz carrera en dirección contraria.


La caña se arqueó y el carrete emitía el sonido celestial que tanto ansiamos oír, zzzZZZZzzZZzzz... la carraca sonó varias veces mientras no podía hacer otra cosa que esperar a que parara un poco para ganarle terreno.



Esta lubina brindaría una batalla preciosa. Corta pero intensa, por la cercanía con la que picó y estar pescando bastante fino, con trenzado del 0,10mm en la bobina y bajo de fluorocarbono del 0,27mm. El freno del carrete estaba bastante apretado y la embestidas fueron intensas.
Corría el riesgo de que en alguna de sus carreras rozara el trenzado contra el fondo y partiera, pues había multitud de algas y troncos de las mismas. Por suerte no fue así y tras unos segundos, el animal empezó a agotarse y pude ganarle terreno. Cuando la pude acercar me tranquilicé al ver que venía perfectamente clavada, pues había engullido el Gunfish casi por completo, asomando por la boca un centímetro escaso, la victoria estaba prácticamente asegurada. Finalmente pude cobrar la pieza y disfrutar de la satisfacción del premio a la constancia y el esfuerzo invertido.



Tras dirigirme con la captura hacia la orilla pude admirar tan bello animal y sacarle unas fotos.
La extracción del señuelo fue bastante complicada, el triple trasero estaba clavado en las agallas y le produjo bastantes heridas y una gran pérdida de sangre. En las fotos no se aprecia, ya que la limpié para las mismas. Siempre que se puede, intento practicar captura y suelta, ya sea por que las capturas no den la talla moral que me he impuesto o por que no queden gravemente heridas por el señuelo. Intento mantener una buena relación entre peces liberados y peces sacrificados, siendo muchos más los que suelto. Si existe la duda de que el pez viva al ser liberado y además coincide con que tiene una medida más que reglamentaria, ¡es el momento de llevárselo! Finalmente optaría por llevármela a casa y disfrutarla en la mesa. Dio 1,760 Kg en la báscula y sería degustada escasas 3 horas tras ser capturada, un placer poder darse este capricho de vez en cuando.


Después de tantas horas de pesca, agotado y entumecido por el frío, decidí poner punto y final a la salida y marchar hacia casa, satisfecho por el regalo que el mar me había brindado, en unas condiciones no muy favorables por la época en la que nos encontramos. Ahora quedaba el camino de vuelta, pero con una sonrisa en la cara. Ya volvería mañana a tentar a la suerte.

Como podéis imaginar, al día siguiente volví a salir hacia un más que probable bolo. Mismo sitio, mismas horas, mismos señuelos, mismo TODO, ¡menos la misma picada! Y es que ya había sido bastante suerte engañar a una, como para que se repitiera sin más. Con la captura del día anterior el bolo fue menos doloroso.


Tras finalizar la jornada del segundo día, tocaba valorar si había  merecido la pena. El coste del viaje, los madrugones, el frío, las horas de pesca, las horas de viaje, los preparativos, etc. Había invertido mucho esfuerzo físico y unas 20 horas en estas 2 salidas, con el resultado de una picada y captura. 20 Horas frente a un 1 minuto de batalla, eso si, con una enorme satisfacción. Haber estado en un lugar idílico disfrutando de la naturaleza y la paz que ello aporta, para mi vale más que el esfuerzo y es que no sólo es pesca el momento culminante de la picada y la captura. Eso si, no todos los días son fiesta, sin la captura habría que volver a valorar y ver como de equilibrada quedaría la balanza.

Nunca sabes las sorpresas que la pesca puede darte, aunque no vienen solas, hay que salir a por ellas. No dejéis de perseguir los objetivos que os propongáis, al final obtendréis la ansiada recompensa. Y es que no hay nada que mejor que conseguir un objetivo tras invertir esfuerzo y dedicación. ¿A caso reportarían la misma satisfacción las capturas, si aún siendo pleno invierno pescáramos 10 lubinas a top water cada día que salimos? Yo creo que no...


¡Un abrazo y buena pesca!